
plebeya proposición primera
en Lenguaje inclusivo y exclusión de clase Brigitte Vasallo deja hecha una proposición que desde que leí, y porque me importa mucho, me persigue obsesivamente. Vasallo apunta el traslado hoy al campo del lenguaje de casi toda la presión y lucha por un cambio de mundo, mientras el mundo, por su lado, se va fascistizando y cayendo por el precipicio. También, y como el propio título de su libro afirma, dice que a ciertos debates sobre términos y usos correctos e incorrectos de, por ejemplo, la norma inclusiva de género, como mínimo les falta la discusión de las condiciones materiales de producción del lenguaje (y de lo que no sea lenguaje). Que la lucha de clases a la que se refiere, o más precisamente, que las luchas de las clases dominadas (trabajadoras / no asalariadas / no blancas / no nacionales / no hombres / no hetero / no cis …) y la consecuente racialización y feminización de cualesquiera vayan siendo las oprimidas del mundo, también (si es que hay un antes y un después del ocurrir) están ocurriendo en el lenguaje resulta comprobable en términos no ya teóricos sino experienciales si una piensa en qué supone por ejemplo usar un acento marcado como no estándar en una entrevista de trabajo, observar quién tiende a tomar la palabra y quién a callar en el espacio público, o, más dramáticamente, quién consigue atención médica de urgencia por mediación telefónica durante la crisis de la pandemia del COVID en Madrid. Pero más allá de enunciar la importantísima pregunta por qué clase social produce mayoritariamente la teoría crítica y domina la agenda de los debates políticos y, por lo tanto, cuenta con las herramientas discursivas para definir el formato en el que pensamos, afirmamos y peleamos ciertas cuestiones; lo que no resulta tan sencillo de responder con su libro es si cabría (y dónde estaría) la posibilidad de una disidencia lingüística de parte de las “obreras lingüísticas” que con su “trabajo lingüístico” producen el lenguaje (en los términos de Rossi-Landi), o esta está condenada a ser constantemente capturada por el sistema de producción de sentido capitalista hacia el interior de su plano simbólico, esa verdad falsa que Debord, a quien también cita Vasallo, llamó espectáculo, y que estaría hoy fascistizándose [i]. Si hay una salida emancipadora por el lenguaje, o si el lenguaje sería hoy uno de nuestros principales obstáculos para la acción real, es decir, con consecuencias.
el debate y una parte de la lucha hoy está en el lenguaje en parte porque las teorías y conceptos del giro lingüístico del siglo XX fueron las que, también en parte, habilitaron la posibilidad de concebir (y la consciencia de) que los numerosos códigos que conforman lo social y nuestra subjetividad misma se producen en el lenguaje, o sea, que hablamos, pero también, y sobre todo, porque nos hablan. De ahí, y por poner solo dos ejemplos muy contundentes, la comprensión del lenguaje como producto del trabajo comunitario atravesado por el mismo malreparto del sistema de clases, del mencionado pensador marxista y wittgensteiniano Ferruccio Rossi Landi (El lenguaje como trabajo y mercado, 1968); o la comprensión del pensamiento heterosexual como matriz ideológica anterior y simultánea al lenguaje que lo va produciendo como tal, hecha por Monique Wittig en “El pensamiento heterosexual” (1979). Pero diría que una parte de estas teorías del lenguaje, o quizá mejor, que el enjambre de las prácticas políticas, vitales y escritas contrahegemónicas que las generaron o fueron generadas por ellas no se detuvieron entonces en la descripción y la asunción de las condiciones de producción del lenguaje entendidas como afuera del lenguaje, sino que incitaron y excitaron a una transformación del mundo y la subjetividad también por y desde lo que quiera que fuera el adentro material indisociable del mismo, y que en este texto se llamará carne por el intento de reubicarlo en su y en nuestro cuerpo, una carnalidad no necesariamente privada e individual, pero sí necesariamente sensorial, sensible, sensitiva, sentimental < Ruido, encriptación, intensificación, dificultad, desencaje, extrañeza, selva, silva, densidad, opacidad >< En su crítica, Vasallo no se estaría refiriendo a estos usos de la lengua, digamos, más estéticos (en la medida en que su forma se percibe como tal, pero, sobre todo, en la medida en que operan en las sensaciones percibidas por los sentidos), sino a los que, como el lenguaje inclusivo lo sea actualmente, se pueden estabilizar como norma homologada higienizante (y por lo tanto, en abstracción de un uso), y al estabilizarse, según ella, excluir la clase social que o bien no los usa o bien los rechaza por asociarlos con los usos de la clase intelectualmente dominante; o a las “palabras y conceptos” con las que cualquiera hacemos los contenidos de todo tipo hoy y, al producirlos según los contextos y procesos marcados por el Patrón letrado, ser atrapades sin ningún tipo de salida en su orden simbólico. Tampoco parece que estos usos micro o moleculares de la lengua sean hoy ampliamente enfocados y considerados como propiamente lucha en el lenguaje. Lo cual me hace preguntarme si no es precisamente en esta escisión entre lo extraléxico-sensorial-antiproductivo y el significado-contenido-producción del lenguaje, donde radicaría la principal diferencia e interrupción de nuestro horizonte de pensamiento y acción con aquel del que en principio heredamos la teoría-sin-práctica, la idea-sin-cuerpo, y, también, si no sería de esta disociación o escisión de donde podría estar viniendo buena parte de la impotencia subjetiva y política, si no neurosis, que ella asocia a lo que en su libro llama “lenguaje”.
creo que lo que Vasallo llama en su libro “lenguaje”, y lo que tendemos así a llamar hoy día en numerosas instancias y debates acerca de su uso disidente, enfoca, responde e interactúa más con una superficie muy visible que con un fondo de fuego, y con la noción y expectativa actualmente mayoritaria del mismo en tanto metalingüística y en tanto discurso estabilizado y, por lo tanto, normativizado y normalizable-homologable, que con el lenguaje y la escritura del que y con la que nos hablaban las poetas y filósofas radicales que en el siglo XX lo pensaron a la vez que lo escribían, por más que constantemente las citemos e incorporemos a nuestros ensayos, en un glitch que quizá sea el causante de la frustración y desconfianza ante/en el lenguaje a la que alude y que efectúa Vasallo. Una entidad al cabo más parecida a nuestra idea y experiencia actual de información –y su causante y consecuente representación en una prosa infocéntrica, y su vocabulario asociado–, y a su condición cuasi-incorpórea, y por lo tanto, omnipotente, veloz e infinita, correlativa a esa aceleración general que envenena nuestros hábitos y anestesia nuestras potencias tanto como nos procura dopamina y efusión a un precio bajo de esfuerzo y atención > Lenguaje low cost < Por información se podría referir aquí el conjunto de juegos de lenguaje orientados al intercambio rápido y eficiente de significados, papeles de interlocución, inferencias pragmáticas y demás reglas del juego codificado y estandarizado de la comunicación; pero a mí me encantaría subir un poco más la apuesta y abreviarla aquí con “algoritmo”*, para añadirle, así, la cualidad (de época y) de fórmula que bien cifrada y descifrada siempre funcionaría exactamente, sin excedentes ni cortes, esto es, siempre comunicaría directa y lisamente un contenido entero > y la fantasía de plena comunicabilidad o transparencia semántica de ello derivado > y la correlación de esta economía de significación limpia y veloz como la fibra óptica, con nuestra imagen del dinero hoy, a saber, algo que parece flotar en una nube inmaterial pero que, como explica Marta Peirano de la nube en El enemigo conoce el sistema (Debate, 2019), se constituye sobre condiciones materiales (territorio, agua, guerras, explotación) bastante turbias. *En el mundo digital, dice el filósofo, psicoanalista y doctor en neurología Miguel Benasayag, “el principio “todo es información” considera los territorios como un simple modo de existencia del mapa. La violencia de la digitalización, por tanto, no reside en algún proyecto de dominación, sino más bien en la negación de todas las formas de alteridad e identidad singular para dejar espacio a una dimensión de pura abstracción. Cualquier cosa en el territorio (la realidad de los cuerpos, de los ecosistemas…) que resista los intentos de modelización se convierte, así, en el mundo de los modelos digitales, en “ruido en el sistema”. […] La ilusión de una realidad algorítmica ignora así aquello contra lo que ya nos advirtió Alan Turing cuando afirmó que, incluso en aritmética, no todo es calculable” (The Tiranny of the Algorithms, Europa Compass, 2021; p. 9, la traducción es mía).
sustituir nuestra comprensión del “modo de existencia” del lenguaje por nuestra comprensión del “mapa” de información que sus frases desencadenan puede estar quizá implicando y colaborando a virtualizar o directamente olvidar, y al olvidar, borrar, primero, su (y nuestra) constitución, antes que nada, corporal, y olvidarnos, y al hacerlo borrarnos, en segundo lugar, y de manera relacionada, del cuerpo de la lengua que algunas de aquellas teorías por las cuales se lucha en el lenguaje en ese momento llamaron escritura, pero ya no más entendida como letra impresa en un libro, sino como marca sobre cualquier material que alguien pueda leer como tal, una huella de otro algo que no sea ese algo sobre el que se inscribe, sustracción, extracción o disrupción que hace señal. Lo cual quiere decir que para que haya lenguaje (¿o este tipo de lenguaje…?) tiene que haber, además de material, marca, pero no entendida como codificación abstracta, sino como movimiento de la diferencia en el material de un lenguaje a su vez entendido como intrusión acústica, gráfica y performativa en el mundo del sonido y las inscripciones y en el mundo del mundo, esto es, en el hacer un mundo percibido en una lengua; y que no hay, pues, o que no puede haber, mundo sin la experiencia sensorial que de él tenemos también en la lengua. Bajo esta perspectiva, todo lo que del cuerpo habría sido borrado por la letra alfabética y su escritura (que transa un fonema por una letra como si en la transacción se evaporase el resto físico de ambas instancias) (y sus correlaciones epistemológicas (logocéntricas) y económicas (capitalistas)), es repuesto como inscripción y como sonido no necesariamente codificados, y como performance o acción corporal, pues solo un paradigma tan extremadamente racionalista y tecnificado como el de la modernidad occidental habría podido escindir los gestos de la acción directa del lenguaje (el lenguaje arrastrado por todo el cuerpo, su timidez, su temblor, su inseguridad para encontrarse con el mundo y con la gente que te gusta y que te asusta), no por lo que tienen de representación sino por lo que tienen de resonancia de algo de lo más cierto que se puede decir de la existencia de una vida, que es su sensación física. Recordar que el oído, el ojo y el tacto con los que lo emitimos y recibimos están en el cuerpo y que ese cuerpo, finalmente, no hace más que conversar con otros cuerpos que lo acompañan en este mundo, por más que nuestro canto específico como especie animal tenga cualidades también sígnicas, además de tono, timbre, respiración, honestidad y presencia, también implicaría afirmar el lenguaje en tanto sonido y en tanto lugar, en tanto sonido en un lugar, y en tanto lengua y en tanto escucha, o sea, en tanto lengua para alguien, unx otrx con quien no solo queremos conectarnos para la transmisión de información sino por pura curiosidad y deseo de encuentro y contacto, y en consecuencia, conflicto, o sea, convivencia. Porque si no fuera siquiera levemente diferente y translúcido, y por ende, conflictivo o atractivo eso que cada vez hablamos, ¿para que hablaríamos en vez de replicar unidades verbales idénticas cada vez?
la sola idea (e imaginario) de que la señal pueda ser reducida (literal o metafóricamente) a su cantidad informativa, y pueda ser pulverizada toda su vibración (literal o metafóricamente) en unos y ceros que pudieran ya ser emitidos y recibidos indiferentemente por solo máquinas, atenúa la lengua en tanto tal (¿o este tipo de… y su imaginario?), para hacer operar en su lugar y centro la información como si fuera una lengua. Un ejemplo de este habla replicante sería la que hace el casillero de Google cuando te ofrece completar tu frase, o como cuando, como señala Mario Montalbetti en su texto “El límite del poema” (El pensamiento del poema, Kriller 71, 2020), formula la respuesta antes de que anotes la pregunta que ibas a hacer, impidiéndote hacer la pregunta, en base a las búsquedas hechas por otras personas que tampoco llegaron a preguntar antes que tú en lo que constituye un eterno monólogo de la máquina consigo misma después de haber reducido nuestros sí mismos a datos medibles y clasificables. Esa lengua de relleno de la casilla prevista reduce la infinita variación del lenguaje, y de la duda, el asombro o la extrañeza, al anchísimo algoritmo con el que se combinan sus carcasas, esto es, las palabras cuando son entendidas como cristales que transparentasen sus significados, o, mejor aún, en una metáfora más de esta época, como pantallas que proyectasen en alta definición lo que la cosas son, como si una cosa siempre fuera una cosa, y no, mayormente, otra cosa, y nunca jamás equivalente su significado, es decir, como si no fuera esencialmente metafórica.
la translucidez del juego de la significación, o como quieras llamar a su parte de secreto, y por ende, a los secretos que también conforman el mundo más allá de la pantalla, y a la otredad que cada quien es para otrx con quien se relaciona y habla, y por lo tanto, la irreductible pluralidad de interpretaciones de lo que cada cosa sea, es lo que quizá estemos olvidando en largos tramos de los modos comunicativos habituales de un lenguaje mayormente entendido como la cosmovisión cibernética que nos envuelve entiende, esto es, como estructuras replicables, y por lo tanto, mapeables, trazables, identificables, predictibles, y altamente vigilables. Posiblemente Internet y la IA estén produciendo en nuestros cerebros y culturas un shock similar al que produjo la tecnología escrita del alfabeto griego cuando empezó a aparecer, desplazando, hibridándose y haciendo mutar las culturas orales y sus cosmovisiones de un modo tan vertiginoso que aquella escritura resultante tardó más de veinte siglos en recordarse y comprenderse a sí misma como escritura también fuera de la letra, en la performance del habla, en el aire entre los cuerpos que en público se encuentran, en las inscripciones más allá de la letra, y en el tiempo y el espacio del mundo; e inevitablemente este texto que escribo parezca solo un mal y como farsa remake y prolongación del anuncio de Pasolini en 1975 de la desaparición de las luciérnagas. Pero como dice Miguel Benasayag en la entrevista ya citada, “no podemos estar en contra o a favor de la IA, dado que ya está aquí y que no es probable que vaya a desaparecer pronto”, y como me enseñaron las estudiantes de los dos cursos del master en Historia del Arte Contemporáneo y Cultura Visual del Museo Reina Sofía con quienes empecé a probar y conversar otras versiones de este texto[ii], es imposible en todo punto pensar en una condición humana separada de las tecnologías por las humanas mismas creadas, y hay usos de la IA que expanden capacidades, extienden cuerpos y hasta también podrían prometernos otro reparto de los trabajos de ser así empleados; además de por supuesto, y si fuera posible hacer el paralelismo, prometernos otra escritura o xyz por venir tras unos siglos de prueba, ensayo y lucha con la herramienta. Si tomo aquí el papel de poeta border es por incapacidad de expresar y afinar mejor otro punto que verdaderamente me importa mucho más, y también, por qué no decirlo, por gusto del sensacionalismo y oportunismo que afirmaciones así procuran a debates que serían, si no, mucho menos mainstream; pero en verdad creo que no hace ninguna falta ponerse en ningún borde tecnológico sofisticado para observar que ya operá(ba)mos así, de forma parecida a google (es decir, homogénea, replicante) al escribir, al hablar, y sobre todo, al leer, y que es sobre todo al leer de este modo estandarizado, cuando nos estamos perdiendo la complejidad y belleza de su (y de la) experiencia estética (es decir, extraña, ladeada) que toda la lengua ofrece en tanto tal.
quizá no sea contradictorio sino sintomático que a la vez que hubo un estallido de esta rutilante comprensión del mundo en términos lingüísticos, y a la vez que hay y sigue habiendo una inflación de “palabras, términos, conceptos” relacionados con la misma, hay o ha ido habiendo desde fechas parecidas a la del texto de Wittig y la explosión de la cultura y economía neoliberales y su régimen cibernético, una caída o ladeamiento tal (del tipo) de la escritura y (sobre todo) la lectura que a este giro no solo acompañaba sino que generaba. Me pregunto si la precariedad neoliberal de la lectura de “lo raro” y “lo difícil”, lo “no unívoco”, lo “abierto”, que definía muchas poéticas del siglo XX, no sea un síntoma y una correlación de un (y una noción de) lenguaje que, más que fallar en la transacción terminológica-conceptual, se está olvidando de sí, o como quieras tú llamar a la carne del pensamiento y la vida, es decir, ese algo que se mueve en el cuerpo, y que al hacerlo nos dota de uno, ese algo que nos cambia la percepción, y que al hacerlo nos dota de la diferencia de experiencia que es la vida misma, algo que no es un proxy comprado en una tienda, sino que ha sido adquirido porque otrxs nos abrazaron y cantaron y hablaron o insultaron, y por eso tiembla, y por eso muta, y se erotiza, y se confunde, y se pierde, esa parte activa o no muerta o moribunda de la lengua, su parte de secreto, incalculable, errorista y errático, que mantiene la irreductibilidad de lo vivo –su variabilidad, su entropía, su azar, su permanente desequilibrio. Y no es para nada de extrañar un olvido así, una caída tal, una mutación de este tipo. Quienes todavía vivimos unos años sin ordenadores ni internet no hemos tardado nada en olvidar cómo era escribir a mano, viajar sin maps o citarse con alguien sin redes sociales. Platón no tardaba en olvidar cómo había sido pensar sin inscripciones en papel. Olvidar la acción misma de la escritura (analfabética) después de la escritura (alfabética) tras la nueva escritura (algorítmica) de nuevo implica empezar a olvidar que todo habla/escritura se conforma como una intervención en el lenguaje que de facto lo es sobre el cuerpo propio y ajeno. ¿Y sería este olvido deseable además de inevitable porque el giro aquel ya lo agotamos? ¿O será, quizá, que no pueda ya venir uno mucho más necesario y urgente de vuelta al cuerpo sin necesariamente desconfiar, devaluar y abandonar a su suerte al lenguaje tal y como lo llamamos y entendemos en el presente?
una noción y expectativa de lucha en el lenguaje en la escritura más crítica y teórica reducida a, sobre todo, “palabras, términos, conceptos”, usos reglados, normas, etiquetas. Un vocabulario todo lo diverso y sofisticado que se quiera, pero al cabo intercambiable y ordenado sintácticamente como todos los otros vocabularios no tan críticos lo están, sin apenas peso o resonancia. Un modo monocorde de argumentación completamente orientado a la semántica. Una prosa reducida a argumentar en línea recta un discurso que renuncia al ritmo pronunciado (pues todo discurso tiene también su propio ritmo), al corte y la yuxtaposición y, sobre todo, y antes de nada, a la tensión semántica: cualquier sombra o asombro o extrañeza que haga la lengua al inclinarse en vez de avanzar veloz y erguida. Una renuncia a la experiencia sensual de una lengua no sólo usada para transmitir información, y, por ende, contenidos, de los que no solo forman parte las tramas de Netflix, sino algunos conceptos y categorías de apariencia más sofisticada pero a menudo parecido uso en la esfera informacional > ¿no estarían dando en una consecuente prosificación de unas obras de arte (verbales y no verbales) y unos ensayos excesivamente meta y que, como las vidas meta, nunca hacen lo que dicen: metalingüística sin consecuencias? < Me pregunto si nuestros modos de lectura hoy no tienden a ser tan finalizados, tan descifrados, tan normalizados y autoconscientes en-tiempo-real de la normalización como nuestra experticia en la narrativa de las series lo es, y si no hay, por ello, una cada vez mayor dificultad de comprensión o, mejor, aprehensión, o mejor, conmoción de y ante las formas estéticas que a su vez dificulta el acceso a la translucidez de la vida como forma, y sus acontecimientos juntados sin sentido por el tiempo > o una consecuente prosificación de la vida ya no más entendida como ente vivo, y por lo tanto, en movimiento, y su metáfora del viaje o el camino, y su relato por medio de la ficción, sino como estructura abstracta y totalmente determinada y predecible analizada y recontada mediante una (en mi intuición) mezcla del lenguaje de la teoría crítica con el de la terapia en un idioma al cabo ni(sentimental)-ni(político) hecho de “palabras, términos, conceptos” que no implican consecuencia alguna (y baste como ejemplo meridiano de este uso a conveniencia, la carta de disculpas fake de Íñigo Errejón tras ser acusado de abuso sexual; un genuino ejemplo del axioma “en el mundo realmente invertido, lo verdadero es un momento de lo falso” de Debord).
pero ¿quién entiende de verdad la vida, lo que pasa, lo que pasó, el tiempo que pasa…?
no necesariamente incoherente, pero seguro no lineal; no necesariamente fragmentario, pero seguro no unidireccional; no necesariamente irracional, pero seguro no racional en los términos aceptados en el decadentísimo y podrido occidente blanco el misterio en tanto tal de la vida como forma ¿no tendría que asomarnos a las formas de un modo más abierto y, por lo tanto, más sincero con su parte de secreto? >< Cuando ante un texto o una pieza decimos no entender yo me pregunto ¿qué es lo que no entendemos?, o más aún, ¿qué es lo que hay que entender que no esté ahí ya delante de nosotrxs?, o más aún, ¿qué será entonces entender sino pulverizar el nudo del acontecimiento y el sentido que ante ti ya están pasando?, ¿y qué esperamos, pues, que pase, o mejor dicho, qué poco esperamos ya que pase, en verdad, cuando deseamos que algo previsto y reconocible cierre la narración de lo que pasa, de lo que hay, de lo que habría sin excedernos? Como si comprender consistiera en saber el final de una película. Como si la vida tuviera, como en todas las películas de Hollywood tiene, principio, nudo y desenlace (feliz o infeliz) al final, no cabe en esta idea estrecha de vida un no desenlace, que ¿no sería en verdad –y a no ser por la muerte– lo más parecido a la vida? Resulta difícil entender qué sea entender sin la dificultad y la tensión previa a poder hacerlo y sin que esa tensión nunca se resuelva del todo y haya una y otra vez que actualizar el intercambio verbal; que es tanto como decir sin el encuentro con elx otrx, abrir el cuerpo y el sentido al otro para un intercambio imposiblemente pleno, si es que no los confundimos nosotrxs a lxs otrxs a su vez con el no-lenguaje transparente de la información, disociándolos de la necesaria translucidez de su consistencia carnal>< No un aparato, una intensidad vital más, el cuerpo y el exceso: pequeñas pertenencias, o como quieras llamar a eso que te llama al movimiento de salir hacia lo desconocido, que lo es, justamente, porque de verdad no lo conoces, no lo sabes, no lo entiendes.
yo lo quiero llamar y también lo llamo, quizá muy antigua y militantemente, poesía, para proponer reponer en ella (una de) la(s muchas) lucha(s) por el lenguaje y en la lengua que creo está quedando demasiado ladeada de nuestra noción y expectativa de disidencia
la poesía como un posible nombre momentáneo y sustituible por otros como momento vivo o más vivo del lenguaje en su condición material en el sentido carnal. El lenguaje entendido como esencialmente poético no solo cuando expresa sentimientos muy sinceros, y por lo tanto, muy complejos y comunes, sino también por constantemente desviar la ruta de una literalidad que a su vez desvía la ruta de la metaforicidad en un juego incesante de significación saturada y excesiva, desencajada y en falta, que al cabo nos recuerda las borrosidades, rugosidades y penumbras de lo que las cosas son y sean, ese agujero de sentido al que nos asomamos, una pregunta o, mejor aún, la sensación de una pregunta, un terror, una obsesión, pero también una descarga a la que una y otra vez necesitamos contactar para sentirnos vivxs en este mundo. La poesía así entendida no como ente escindido del lenguaje sino como su condición natural sin la cual, y por lo cual, no vamos a poder cambiarlo nada sino solo higienizar sus superficies verbales más visibles absorbibles intercambiables sustituibles normalizables fijables medibles >< Bultos, mallas, calores, cortes, huecos y llenos >< he aquí la primera proposición >< reponer la poesía en el núcleo del lenguaje en el núcleo del cuerpo en el núcleo de la vida en el núcleo de la existencia en el núcleo de la invención-creación en el núcleo del movimiento-viaje en el corazón del mundo en vez del dinero y su abstracción en información-algoritmo >< regresar la carnalidad de unas lenguas evaporadas y fugadas y regresarnos a un, más-que-materialismo, carnalismo lingüístico al que estaríamos echando muchísimo de menos, abismados como están la página y el cuadro en blanco mayormente descubiertos y explorados y explotados por hombres blancos-cis-etc. hacia el subsuelo, el color, la mancha, el sentimiento y, por fin, la oralidad como campo imaginado (ya imposiblemente autónomo) e imaginario (posiblemente lleno de riesgos) de vivezas irredentas, su irreductibilidad a la “especialización técnica” y “el contexto y procesos” del amo (letrado) que describía Vasallo, y por lo tanto, su grandeza (de invención) y su bajeza (de clase) plebeyas
no escribir ya más que poesía o como poesía[iii] o desde la tripa afuera y desde afuera hacia la tripa algo que sienta y brille la lengua y pueda ser hablado bárbara-vs-imperialmente >< volver a escena para, al decir, hacer como hace el cuerpo en escena ante lxs demás >< recuperar el cuerpo en todas partes capas y dimensiones > también el y las de las lenguas < hibridarse con lo que venga >< no nunca desaparecer >< y no nunca desesperar >< un movimiento ahora así, una tendencia o gesto, un detalle o destello se trataría de una revivencia, y, por lo tanto, una comprensión más antigua y anacrónica de varios momentos perdidos –quizá también el del giro lingüístico– de la historia perdida –y, por lo tanto, inventable– de la lengua y el mundo que en él suena y en ella busca su curso y sus agujeritos >< una reconexión o apertura al mundo por las lenguas y a la lengua por los mundos, signifique lo que signifique esta frase, que francamente no lo sé bien >< a contramano de las muertes de sí que los amenazan en este cambio cultural no ya formal sino paradigmático que estamos viviendo en el siglo XXI, y que nos pide, antes que nada, apuesto, formas de estar que a su vez inciten y exciten formas de hacer auténticas (o lo que signifique el realness en tanto artificio y actitud), cálidas y dulces, desafiantes, experienciadas, fuertes, perturbadoras, arriesgadas… más acá de los conceptos y sus argumentos… sintaxis locales y locas, adjetivos asalvajados, metáforas jugadas, palabras gustosas, conceptos mundanos, términos ligeros, ficciones, ritmo, trance, errancias, densidades y oscuros, implicaciones, consecuencias… >< una toma de tierra y sentimiento radical y sincera (…la gente es / sincera, pero si lo fuera, la era es / muy sentimental, pero si realmente / lo fuera…) allí donde justo estén vibrando las vidas y las formas, más acá que nunca de un lenguaje en el que ya no tenemos ni necesitamos exactamente la fe que en él tenían las poetas y escritoras y artistas del pasado siglo, sino su negativo aún más fuerte, aún más antiguo, porque en la falta de fe irremediable hoy en día nos queda el mundo entero a disposición de los sentidos, es decir, la noche… >< reponer la noche en el núcleo de la poesía, retomar el destino…
María Salgado, madrid marzo 025
[i] “Así, ante la alienación lingüística –una alienación que, recordemos, viene dada por la institucionalización de la lengua, la academización del conocimiento, la normativización del lenguaje y su constitución en cuanto que marca de pertenencia, así como por la vigilancia férrea de los usos de la lengua y el control de los medios de producción del lenguaje…–, ante todo esto parece que el movimiento casi espontáneo que se abre ante nosotras es la creación emancipada de palabras, términos, conceptos, signos que nazcan de las herramientas lingüísticas del amo. Sin embargo, si el principal mecanismo de la contemporaneidad capitalista es la producción de significado, si ese sistema nos ha convertido a todes, antes de que pudiésemos siquiera darnos cuenta, en cognitariado, es decir, en trabajadores cognitives obligades a producir significado como antes lo estuvimos a producir coches o criaturas que sean nuestras piezas de recambio en las fábricas, si todo esto es así, producir palabras y conceptos no nos emancipa, sino que nos atrapa. Porque las herramientas del amo no son sus palabras, sino su contexto y sus procesos. Nos atrapa en el plano del capital, nos atrapa en el plano simbólico de la producción de verdad, y genera una brecha constante en la confrontación para igualarnos desde arriba. Porque para la producción de palabras y conceptos es necesaria una especialización técnica que nos tienta con dominar los medios de producción, pero que sabe que esos medios jamás podrán ser colectivizados porque el método mismo supone una barrera infranqueable. De clase […]” (Madrid: Larousse, 2021, pp. 119-120)
[ii] y a quienes agradezco enormemente la escucha y conversación que lo hizo mutar, así como a las profesoras Selina Blasco y Henar Rivière (UCM), que me invitaron a dar la clase; Virginia Trueba (UB), que lo leyó varias veces en varias versiones, y a José Luis Aznarte (UNED), que me revisó los párrafos en que menciono la IA iniciando una muy vibrante conversación.
[iii] como en cursiva van en este texto las connotaciones, los como si, los dobles sentidos, las versiones silvestres de nombres y conceptos, los barbarismos, las metáforas, las citas de otrxs y varios versos míos con los que creo que pensé mejor lo que aquí digo que como aquí lo escribí.