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Arquitectura Urbanismo Ensayo

La cuadrícula de borrado

Julia Nueno

9 Oct, 2025

Investigadora y diseñadora computacional. Su trabajo se sitúa en la intersección entre infraestructuras digitales y comunidades en situación de resistencia, emergencia o desaparición. Es becaria doctoral en Forensic Architecture, en Goldsmiths, donde desarrolla una investigación espacial sobre cómo los sistemas computacionales estructuran el genocidio en Gaza.

¿Adónde iremos tras las últimas fronteras? ¿Hacia dónde volaran los pájaros después del último cielo?
Mahmoud Darwish, La tierra nos estrecha (1984)

El 1 de diciembre de 2023, el ejército israelí publicó en su web oficial un mapa interactivo que divide la Franja de Gaza en 620 bloques numerados. Fue presentado como una medida humanitaria: una herramienta para indicar a la población civil a seguir órdenes de evacuación y dirigirse hacia zonas supuestamente seguras. Este mapa se ha convertido en una pieza clave en la defensa legal y retórica de Israel frente a la acusación presentada por Sudáfrica ante la Corte Internacional de Justicia. En esa sala, el mapa se mostró como prueba de que el ejército está haciendo todo lo posible para proteger a los civiles, un argumento clave de defensa frente al cargo de genocidio. Sin embargo, desde su publicación —excepto durante una breve tregua en 2025— los límites de este mapa cambian casi a diario. Las zonas “seguras” y “peligrosas” se redefinen constantemente. Día tras día, se emiten nuevas órdenes urgentes que obligan a la gente a moverse una y otra vez, no solo de sus casas, sino también de escuelas, refugios y tiendas de campaña improvisadas, donde se han visto empujadas a sobrevivir tras varios desplazamientos.

Para cumplir estas intrucciones, la población palestina debe moverse por un territorio devastado. Se espera que consulten una web militar desde teléfonos con baterías agotadas, que interpreten un mapa digital en medio de apagones eléctricos y cortes de telecomunicaciones, y que avancen por caminos que antes conectaban ciudades y ahora están sepultados bajo los escombros. No hay redes de transporte funcionales, ni certeza de que las órdenes en la pantalla sigan siendo válidas cuando logren leerlas. Más que ofrecer orientación, el mapa funciona como una amenaza: obliga a la población a jugarse la vida siguiendo límites que cambian a diario y que, en muchos casos, ya no se corresponden con la realidad de un territorio arrasado.

1. Captura de pantalla de la «cuadrícula de evacuación»: un mapa «interactivo» con bloques numerados publicado por el ejército israelí el 1 de diciembre de 2023 para marcar las áreas de Gaza que debían evacuar.

Este mapa no solo clasifica zonas como peligrosas o seguras, sino que también reordena el territorio, fragmentando Gaza en bloques inestables que pueden pasar de ser considerados seguros a volverse letales en cuestión de horas. Su lógica no es la de la protección, sino la de la volatilidad: un sistema de coordenadas que se desplaza constantemente, haciendo imposible cualquier certeza. A esa inestabilidad territorial se suma otra capa de violencia: la del desconcierto. Lejos de aportar claridad, el mapa multiplica el terror. Un ejemplo claro de esta violencia cartográfica son las constantes contradicciones sobre las llamadas “zonas seguras”. Antes del 20 de febrero de 2024, el ejército israelí publicó al menos cuatro versiones distintas de los límites de la supuesta zona segura en al-Mawasi, generando una gran confusión entre quienes buscaban refugio. 

Las órdenes no solo cambian a diario, sino que a menudo ni siquiera coinciden con los propios límites del mapa. El 2 de diciembre, por ejemplo, se emitieron dos órdenes simultáneas —una en la ciudad de Gaza y otra en Ma’an— que cruzaban bloques enteros sin ofrecer ninguna lógica clara. Incluso con acceso a internet, las instrucciones resultan tan contradictorias que es casi imposible saber qué hacer. En la orden de Ma’an, residentes de bloques superpuestos no sabían si debían evacuar o quedarse. Una persona preguntó directamente en la página de Facebook del portavoz militar: “¿El Bloque 53 de Ma’an tiene que evacuar? Por favor, respondan.” Nunca obtuvo respuesta. En este entorno, la supervivencia se convierte en un ejercicio de interpretación: descifrar un mapa cuyos significados cambian constantemente, y cuyos límites, lejos de ofrecer seguridad, exponen a las personas a un riesgo aún mayor.

2. Mapa que muestra la superposición de las diferentes versiones de la «zona humanitaria» en al-Mawasi publicadas por el ejército israelí entre octubre y diciembre de 2023.

Meses antes de que se impusiera la cuadrícula de evacuación, el 13 de octubre de 2023, cuando Gaza ya llevaba una semana bajo bombardeo, el ejército israelí arrojó desde el aire cientos de miles de panfletos. En ellos se ordenaba a toda la población que vivía al norte de Wadi Gaza —más de un millón de personas— que se desplazara hacia el sur en un plazo de 24 horas. Así comenzó uno de los desplazamientos forzados más masivos de las últimas décadas. Esa amenaza convirtió el acto de quedarse en casa en algo sospechoso. Más tarde, con la implementación de la cuadrícula digital, esa lógica se volvió estructural. El mapa ya no dejaba espacio para matices: poco importaba si alguien no se movía porque no podía, porque tenía miedo, porque no quería abandonar su hogar, o simplemente porque no confiaba en quienes lo empujaban al sur. Todas esas razones quedaban borradas. Permanecer se vuelve delito. 

3. El área marcada para evacuación no se superpone con la “cuadrícula de evacuación”, lo que hace incierto si los palestinos que viven en los bloques intersectados por las líneas de la cuadrícula, como el Bloque 53, están siendo instruidos a evacuar o no.

La cuadrícula no solo reorganiza el espacio en el presente; prefigura una forma de control más profunda. Es una gestión digital del territorio que divide Gaza en bloques numerados, donde cada sector puede ser clasificado como evacuado, seguro o sujeto a ataque. Esta lógica permite operar el territorio a distancia, de forma abstracta, prescindiendo de las circunstancias reales de quienes lo habitan. Las personas quedan subsumidas bajo el bloque al que se les asigna/. No importa por qué alguien permanece —por miedo, por cuidado, por decisión o por imposibilidad—; si su bloque aparece coloreado en el mapa, su presencia se vuelve descartable. El mapa no solo traza líneas: borra vidas. Hace del desplazamiento una rutina, y de la eliminación, una opción administrada con eficiencia.

Más allá de la urgencia del desplazamiento y del marco legal que sostiene la cuadrícula de evacuación, emerge otra estructura: una definida no por el movimiento, sino por el borrado. Durante los últimos dieciocho meses, en colaboración con Forensic Architecture, he contribuido a la producción de materiales probatorios presentados en el caso de genocidio de Sudáfrica contra Israel ante la Corte Internacional de Justicia.  Las pruebas recogidas en Gaza durante este tiempo revelan un patrón repetido: poco después de que un bloque del mapa sea marcado para evacuación, las fuerzas israelíes entran para llevar a cabo una segunda forma de violencia—la demolición sistemática de lo que queda. Hospitales, mezquitas, casas y escuelas son arrasadas, a menudo mediante explosiones controladas, como si se buscara no solo vaciar el territorio, sino también borrar toda huella de vida anterior. Lo que se destruye no es solo infraestructura, sino la posibilidad misma de retorno.

Este patrón se observó por primera vez en Beit Lahia y Beit Hanoun, entre diciembre de 2023 y enero de 2024; luego en Ciudad de Gaza, durante febrero y marzo; más tarde en Jan Yunis, y finalmente en Rafah, tras su evacuación en mayo de 2024. En muchos casos, las demoliciones se dirigían a estructuras ya parcialmente destruidas y probablemente ya fuera de uso tras los desplazamientos masivos. Aquí se invierte la lógica declarada: ¿estas áreas son realmente “inseguras” por una amenaza percibida, o es la etiqueta de “inseguro” la que habilita su destrucción? ¿Se trata de una respuesta defensiva, o de una tecnología de eliminación encubierta bajo el lenguaje de la protección?

Visto así, el mapa de evacuación no es solo una herramienta táctica ni un instrumento humanitario mal aplicado. Es una tecnología espacial de eliminación. Si las masacres fundaron las primeras nociones de genocidio en contextos coloniales, y el exterminio industrializado definió su forma en el siglo XX, entonces Gaza marca una nueva etapa: una forma de destrucción organizada a través de sistemas computacionales, espaciales y cartográficos. Una violencia que no se dirige únicamente a los cuerpos, sino a las condiciones que hacen posible la vida. Ya en 1944, el jurista polaco Raphael Lemkin —quien acuñó el término genocidio y fue clave en su incorporación al derecho internacional— definía esta práctica como “un plan coordinado de distintas acciones dirigidas a la destrucción de las bases esenciales de la vida de los grupos nacionales”(1)

Estas bases no se limitan a la existencia física, sino que incluyen la infraestructura material y social que permite sostener una vida colectiva. En Gaza, estas bases son desmanteladas de forma sistemática. Hogares, hospitales, escuelas, caminos, redes familiares: todo lo que hace posible la vida cotidiana es destruido mediante un protocolo que se presenta como evacuación, pero que opera como eliminación. Lo que está en juego, como señala el historiador A. Dirk Moses en su trabajo sobre Lemkin, no es “solo la pérdida de vidas, sino la pérdida de la vida como forma social”(2). No se trata de evacuar para proteger, sino de desplazar para eliminar: una forma de violencia genocida que se ejecuta a través del desmantelamiento calculado del espacio y de todo aquello que sostiene la vida en común.

BIBLIOGRAFÍA

(1)

Lemkin, Axis Rule in Occupied Europe.

(2)

Moses, Empire, Colony, Genocide. Conquest, Occupation, and Subaltern Resistance in World History.

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