I.
Todo está asegurado en Ciudad Fénix, la ciudad sin ruinas. Está siempre lista para renacer, aunque no lo ha hecho nunca. Todo lo que puede ocurrir ya está previsto. Llegar a los límites de la imaginación también es un ejercicio de la imaginación: todo está considerado, y si no ha sucedido ya es porque no se ha dado la ocasión.
En Ciudad Fénix no hay eventos, y con ello no hay eventualidades. El mar es una lámina fija en la que no se mueven las olas, motivo por el que los barquitos de vela están quietos en mitad de la dársena del puerto. Si no recogen sus aparejos es porque no hay viento en Ciudad Fénix, o no se lo espera; ninguna ráfaga choca contra la pequeña montaña en torno a la que se levantan los edificios, de la que nunca se desprende ninguna roca. No es un volcán y, aunque lo fuera, nunca entraría en erupción.
Ciudad Fénix son todas las ciudades; toda la ciudad es un mismo edificio, y todos los edificios son el más emblemático de la ciudad. Las rectas avenidas sirven para presentar mejor la grandeza de cada uno de ellos, rematados todos por la misma estatua fabricada para ser vista desde abajo. El asombro es grande, pero se mantiene estable. Es una suerte que los coches y los tranvías estén detenidos en el espacio, pues aseguran la menor tasa de accidentes de tráfico y atropellos del país, y permiten distraerse mirando las mismas estatuas en edificios parecidos sin correr ningún riesgo.
En cada una de las cornisas, torretas y azoteas levanta el vuelo un gran pájaro, con un muchacho sobre su lomo. Son decenas de estatuas, pero todas captan el mismo instante. No sabemos qué ocurre antes ni después. El ave extiende las alas, el joven se agarra y levanta el brazo con la palma hacia fuera. Por toda la ciudad, que parece hecha para ello, se repite la misma escena. Es un solo momento, y todos los pájaros emprenden el vuelo a la vez. Si existiera el sonido en Ciudad Fénix, el ruido del batir de alas sería ensordecedor.
II.
En 1909, René de Saint-Marceaux cometió un error. Una compañía de seguros española, fruto de la fusión en 1879 entre «El Fénix Español» y «La Unión» estaba levantando su nueva sede en el solar más cotizado de Madrid, entre la Calle Alcalá y Caballero de Gracia, junto a una Gran Vía a punto de comenzar. Para asegurarse el monopolio del negocio, la empresa estaba desplegando una operación de propaganda que pasaba por asegurarse un capital inmobiliario en todas las capitales de provincia y, en sus siguientes expansiones, en las principales ciudades europeas; operación que derivaría en la propiedad de 86 inmuebles para 1944(1). Hasta entonces, «El Fénix Español» y luego, «La Unión y el Fénix» utilizaban, como tantas otras aseguradoras –sobre todo aquellas que habían comenzado su cartera de servicios con la protección contra incendios- el símbolo y la retórica mitológica del Fénix, como ave fantástica que renace de sus cenizas. La imaginación es corta y repetitiva, y así surgirían a finales del siglo XIX el Fénix francés, el Fénix austriaco, el Fénix inglés y el Fénix estadounidense.
No se sabe qué instrucciones recibió Saint-Marceaux. Los encargos escultóricos a los que estaba acostumbrado los despachaba con fórmulas clásicas, alusiones mitológicas y composiciones levemente románticas en gestos y movimientos, pero sin grandes riesgos. Lo lógico es que hubiera diseñado un gran ave y alguna alusión al fuego; un diseño sencillo, en bronce, que con las alas desplegadas resultara llamativo desde la calle. Quizás le plantearon la posibilidad de hacer algo que simbolizara «La Unión», más allá de «El Fénix». El caso es que antes de Saint-Marceaux no existía un muchacho, sólo un pájaro. Lo más probable es que, dada su educación artística, aprovechara para reutilizar otro mito: el del rapto de Zeus, convertido en águila, al joven y bello príncipe troyano Ganimedes, al que convertiría en copero del Olimpo; o, al menos, que tuviera esta historia en mente al realizar la composición. Sería una licencia creativa extraña, pues quedaría a medio camino de dos mitologías: si es Ganimedes y Zeus, el pájaro no puede ser un águila porque en su base aparecen llamas; y si es el Fénix, ¿quién es el joven que lleva en su lomo, y cuál es la escena que se nos presenta?(2)
Sea como fuera, la simbólica pareja caló. El muchacho, aparecido sin una explicación clara, se mantuvo en todas las copias fundidas de la escultura de Saint-Marceaux repartidas por decenas de edificios de España y del extranjero. Georges Gardet, que realizó una versión posterior del remate de bronce, mantuvo la composición y dotó al joven de mayor fuerza: en la de Saint-Marceaux, el muchacho mira al suelo, quizás con temor al despegue; en Gardet, su mirada es desafiante y frontal, dirigida a la ciudad y a las azoteas cercanas. Hubo más aves y más jóvenes de otros escultores a lo largo del siglo XX, algunas mejores que otras, pero el esquema se mantuvo: por alguna extraña decisión de un académico escultor francés a comienzos del siglo XX, lo que debía ser el símbolo de un renacer de las cenizas, se convirtió en un rapto triunfal con un extraño subtono gay.
La falta de explicación sobre la decisión artística derivó en la confusión posterior y la proliferación de significados. Al fin y al cabo, toda España, Europa y el norte de África se habían llenado de jóvenes cabalgando pájaros sin una motivación clara; una imagen que ocupaba el lugar de honor de los edificios de honor en los espacios de honor de las más honorables ciudades. Madrid, en diferentes tiempos, ha llegado a contar con siete esculturas(3). La potente misión propagandística de La Unión y el Fénix había triunfado, pero dejando a su punta de lanza en una extraña suspensión de significado. El pájaro y el twink se convirtieron en el emblema de la compañía, haciendo las veces de logotipo (aunque conviviendo, otras tantas, con logotipos que excluyen a la figura humana). Incluso si la intención original de Saint-Marceaux fuera representar al «progreso» a lomos del Fénix, ni siquiera esa imagen alegórica se convirtió en «oficial» en las diferentes explicaciones que la propia compañía dio de su insignia. Atendiendo a las fuentes, esta cuestión derivó en una extraña incomodidad, despachada muchas veces con rapidez.
En las primeras décadas tras la Guerra Civil, las pocas veces que se menciona el emblema en las memorias de la compañía se hace desde lo alegórico o, directamente –como en el Aniversario de 1944- se ignora la existencia del muchacho como si no existiera, y se centra la explicación únicamente en el ave, símbolo obvio de reconstrucción y renacimiento(4). Además, se niega explícitamente la relación con el mito de Zeus y Ganimedes. Para 1964, tanto el poeta José María Pemán –encargado de realizar un «canto» a La Unión y el Fénix- como el secretario general Ciriaco de Pablo dan dos versiones distintas de la identidad del muchacho. El primero, que lo llama «el atleta optimista de la azotea», lo considera un símbolo de la «efebocracia» de una sociedad emocionada con la belleza del futuro, «contemporáneo del hombre del Oeste, del campeón de olimpiada, del actor de cine»(5). El segundo, más prosaico, trata al joven como «representativo del trabajo humano», y achaca su creación como emblema de la empresa a «la idea concebida por el arquitecto francés Saint-Marceau (sic)»(6). Por último, aprovechando el CXXV Aniversario en 1989, el recién nombrado presidente de la compañía y el responsable de su quiebra y desaparición en 1998, Mario Conde, realiza una retrospectiva de La Unión y el Fénix hablando de su símbolo como Zeus y Ganimedes.
Una mirada hacia la escultura y su contenido iconográfico estricto llevan a la obvia conclusión de que lo allí representado no es el mito del Ave Fénix, sino el rapto de Ganimedes por Zeus. (…) Quizá la dificultad simbólica –que no artística- de representar el Ave Fénix o, aún más probablemente la intención de representar la unión entre las dos compañías – Fénix y Unión – o el hecho indudable de que esta nueva iconografía completaba la idea de juventud y su consiguiente promesa de futuro, decidiesen al artista o sus comitentes a adoptar la triunfante representación del rapto de Ganimedes que ha llegado a sobreponerse como símbolo a la pura idea esquemática que representaría el simple águila(7)
De forma mayoritaria, la «hipótesis Ganimedes» es la que ha perdurado en medios y repositorios tras la desaparición de la compañía(8). Muchas veces con matices: Ganimedes puede al mismo tiempo simbolizar la «juventud» o el «progreso», y el pájaro puede ser simultáneamente un águila y un fénix. Entre la concreción y la indefinición, entre el simbolismo y la mitología, entre la coherencia y la imaginación, cada día en todas nuestras ciudades hay un ave a punto de levantar el vuelo con un joven en su lomo. No sé sabe qué ave es, ni quien es su jinete, ni si el joven tiene miedo; no se sabe si se elevan, si hay fuego en el suelo, si permanecen o renacen; si saludan a la ciudad o se despiden. Al fin y al cabo, Herodoto, después de hablar largamente del fabuloso ave y describirlo minuciosamente, dice que él, personalmente, no lo ha visto nunca.
III.
Los límites de la imaginación son también su final.
1. Para celebrar su «omnipresencia» simbólica e inmobiliaria en la mayoría de ciudades españolas y extranjeras, La Unión y el Fénix realiza en 1949 una tirada de postales. En ellas se muestra una serie de fotografías de una maqueta en la que se reúnen todos los inmuebles propiedad de la compañía. La llaman «Ciudad Fénix».
2. En noviembre de 2018 aparecen, talladas en las enormes losas de granito frente a Gran Vía 32, dos flechas.
3. Aparecen de la noche a la mañana, sin inauguración ni aviso oficial. No aparecen en las memorias, presupuestos ni planos de la reforma de ampliación de aceras de la Gran Vía, ni se discuten en ningún pleno municipal. La noticia no aparece en prensa, a pesar de la expectación que estaba causando la obra. Sólo en redes sociales y algunos foros especializados se comenta el suceso con sorpresa.
4. No se habla en ningún momento de las fechas hasta 2021. Las flechas llevaban talladas 3 años en el solado de la principal avenida de la capital.
5. Se escriben incontables noticias, porque junto a las flechas –de las que se habla como si acabaran de surgir- comienzan a aparecer otros símbolos por la ciudad de Madrid. Con cada reforma municipal, el ayuntamiento introduce «easter eggs» en forma de símbolos y marcas alusivas a los lugares donde se encuentran y su historia. Estos llenan las secciones de noticias locales y los agregadores de noticias, curiosidad y secretos de Madrid.
6. Después de las flechas, llegan los galápagos a la Fuente de los Galápagos. Y las espigas de cebada a la Plaza de la Cebada. Y las máscaras teatrales al Teatro María Guerrero. Y la cruz de Calatrava a la Iglesia de las Calatravas. Y la cruz de Santiago a la Iglesia de las Comendadoras de Santiago. Y la «mano moruna» a la Puerta de Moros. Y las tijeras de costura a la tienda de Jesús del Pozo. Y los botones y los imperdibles a Pontejos. Y la cámara de cine a la Filmoteca Nacional. Y el reloj al Pasaje de los Relojeros. Y los gatos al Jardín Botánico. Y los gatos a la Calle Augusto Figueroa. Y los gatos a la Calle Amaniel. Y el sol a la Puerta del Sol.
7. Como si hubiera desarrollado demencia, el Ayuntamiento comenzó desde entonces a recordarse a sí mismo, con obviedad e insistencia, sus nombres y su propia historia.
8. Este universo simbólico permitía, además, descubrir una historia accesible y satisfactoria, que se acaba exactamente en el lugar donde comienza.
9. Esta ola coincide con la inauguración de una serie de réplicas modernas y reconstrucciones de elementos históricos perdidos de la ciudad: el Templete de Metro de Gran Vía (2021), el remate y la loba capitolina de Gran Vía 18 (2021) o los tótems históricos del metro de Cuatro Caminos y Menéndez Pelayo (2022-2023).
10. Sólo quien ha querido poco piensa que «repetir» y «recordar» son la misma cosa.
11. Con la llegada del Four Seasons, 2016 se convierte en el año del desembarco de capital hotelero en Madrid. En Gran Vía 31, la multimillonaria familia mexicana Díaz-Estrada adquiere el edificio y lo reforma para dedicarlo a hotel de lujo, el Hyatt Centric.
12. Para diferenciarse del resto de hoteles de lujo, los Díaz-Estrada reconstruyen las cúpulas del edificio, y le encargan a la artista Natividad Sánchez la creación de una gran escultura.
13. Una madrugada de octubre de 2016, dos años antes de la aparición de las flechas, se coloca sobre la azotea de Gran Vía 31 una inmensa figura de Diana cazadora, apuntando con su arco hacia el frente.
14. No tiene gran repercusión en prensa. No, al menos, si comparamos con lo que ocurre desde 2021.
15. Entre medias, la aparición de las flechas en el solado de la Gran Vía parece responder a una petición de los Díaz-Estrada al Ayuntamiento de Madrid, pero como no existe documentación oficial ni acuerdo alguno, todo queda en el plano de la anécdota.
16. Gran Vía 32, a donde se dirigen las flechas, está frente al Hyatt Centric. Son los antiguos Almacenes Madrid-París, adquiridos y reformados por La Unión y el Fénix en 1956, cuando se coloca en su remate el emblema de la compañía.
17. Entre 2021 y 2022, ya con la Diana y con las flechas, la historia reflota. Por parte de la artista, del hotel y del Ayuntamiento, se proporciona y se publicita en webs de turismo y de curiosidades un relato de nuevo cuño, que se repite y se da por valido en infinitos artículos posteriores.
18. El relato sirve para justificar la relación entre Diana, las flechas disparadas y la dirección de las mismas, contra la estatua del pájaro y el muchacho al otro lado de la Gran Vía. En él, se cuenta que Zeus, furioso con su casta hija Diana por enamorarse de Endimión trata de arrebatárselo convertido en águila, a lo que la diosa responde disparando su arco, que falla. En todas las fuentes, esta narración se dice obtenida de la «mitología», pero es falsa de varias maneras.
19. Para empezar, en el mito de Diana y Endimión, Zeus no entra en cólera ni boicotea el amor de su hija, sino que precisamente por proteger su castidad le concede el deseo de mantener al mortal Endimión eternamente dormido.
20. Pero, sobre todo, aunque el grupo escultórico de La Unión y el Fénix pueda tener interpretaciones diversas, en ningún caso se trata de Endimión. Si dejamos de lado la «hipótesis alegórica» y aceptamos que se trata de Zeus y Ganimedes, la historia más bien sería que Diana, celosa y homófoba, dispara al twink semidesnudo del que se ha enamorado su padre.
21. No es un problema inventarse la mitología. El problema es clausurar los significados.
22. Esto ocurre cuando se desea hacer consumible la historia. El arraigo, la anécdota y la autenticidad son valores incalculables en un centro urbano cada vez más genérico y renovado. Pero la autenticidad es incontestable. Por eso hace falta borrar todas las otras posibilidades.
23. El 31 de marzo de 2022, en pleno auge de la historia de Diana, Endimión y las flechas, un usuario anónimo de Wikipedia (@Correctororthographix) elimina meticulosamente, en siete minutos, toda referencia a Ganimedes en los siguientes artículos:
«La Unión y el Fénix Español» (eliminado a las 20:16)
«Edificio La Unión y el Fénix (Albacete)» (eliminado a las 20:19)
«Edificio La Unión y el Fénix (Valencia)» (eliminado a las 20:23)
24. Donde antes ponía «La gran mayoría de sus edificios fueron coronados con una figura arquitectónica, en la que aparece Ganimedes sobre un ave fénix» ahora se lee «La gran mayoría de sus edificios fueron coronados con una figura arquitectónica, en la que aparece un personaje que no es Ganimedes sobre Júpiter convertido en águila, pero una alegoría sobre un ave fénix». Donde antes hablaba de «una figura arquitectónica en la que aparece Ganimedes sobre un ave fénix, típica de la compañía aseguradora», hoy menciona «una figura arquitectónica en la que aparece un personaje alegórico (no Ganimedes) sobre un ave fénix, típica de la compañía aseguradora».
25. Para que la historia se «autocomplete», hacen falta estos trucos. Se limita lo ocurrido para limitar lo que ocurrirá.
26. Hacer obvia la ciudad es hacer que desaparezca.
27. Hacer transparente la ciudad es hacer que desaparezca.
28. La historia urbana es confusa e insatisfactoria.
29. Su oligopolio es una forma de muerte cerebral.
30. Máscara, espiga, cruz, botón, reloj, gato, tijera, sol. Flecha, flecha. Es la ciudad, que balbucea.
31. A última hora de la tarde, sobre las azoteas, justo antes de emprender el vuelo, Ganimedes (que no es Ganimedes) saluda al resto de Ganimedes, que le saludan de vuelta.